La Costa Blanca no es solo playas y turismo de temporada. Entre calas turquesa y pueblos de pescadores, se esconde una historia milenaria que aún respira bajo las piedras. Navegar hacia la isla de Tabarca, explorar los yacimientos de la Illeta del Campello o descender a las cuevas de Canelobre es emprender un viaje donde arqueología y mar se entrelazan. Aquí, el Mediterráneo habla con voz de sal, memoria y oficios que se heredan de generación en generación.
Con Viajes Que Sorprenden, este recorrido se convierte en algo más que turismo: es una experiencia para comprender cómo paisaje, cultura y arqueología dialogan en un mismo territorio.
Tabarca, una isla habitada por historias.
A pocos kilómetros de la costa alicantina, Tabarca emerge como una joya amurallada en mitad del mar. Su historia está marcada por los corsarios berberiscos que la usaron como base y por las fortificaciones que, más tarde, levantó la Corona española para defender la zona. Aún hoy, sus murallas del siglo XVIII y las torres de vigilancia recuerdan ese pasado en el que la isla fue tanto frontera como refugio.
Al llegar en crucero privado, la experiencia cambia: el trayecto por el Mediterráneo se convierte en prólogo, y el perfil amurallado de Tabarca aparece como una postal que se acerca lentamente. Una vez en tierra, la isla invita a recorrerla con calma. Caminar por sus calles estrechas de casas blancas, detenerse ante la iglesia de San Pedro y San Pablo o asomarse a los antiguos baluartes es revivir una historia donde la defensa, el comercio y la vida marinera se entrelazaron.
Además, Tabarca es desde 1986 Reserva Marina, la primera declarada en España. Este reconocimiento protege sus praderas de posidonia, fondos rocosos y fauna mediterránea. Bucear o hacer snorkel en sus aguas —siempre a través de centros autorizados y en zonas reguladas— permite observar ejemplares como meros, sargos o pulpos, en un entorno de gran valor ecológico. Es un recordatorio de que la isla no solo guarda memoria en sus murallas, sino también bajo la superficie del mar, donde la biodiversidad sigue escribiendo su propia historia.
Tabarca conserva una intimidad mediterránea única: no es solo un enclave histórico, sino un espacio donde la arquitectura popular, el ritmo pausado y el horizonte azul crean una atmósfera que trasciende la visita turística. Cada rincón transmite la sensación de haber sido testigo de luchas, travesías y refugios en medio del mar.

Illeta del Campello: Arqueología a pie de playa
Frente al puerto de El Campello, sobre un pequeño istmo que se adentra en el mar, se alza la Illeta dels Banyets, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del Mediterráneo. Este enclave estratégico, rodeado de aguas tranquilas, fue utilizado durante siglos como puerto natural y lugar de intercambio por distintas culturas.
En un espacio reducido conviven huellas de diferentes épocas: estructuras íberas y fenicias, restos de casas y templos, y sobre todo las piletas de salazón romanas, perfectamente visibles, que recuerdan la importancia de la industria pesquera en la zona. Aquí, la arqueología se entrelaza con el olor del mar: imaginar a los romanos preparando el garum, aquella salsa de pescado que se exportaba por todo el imperio, es comprender cómo la sal y el Mediterráneo fueron motores económicos y culturales durante siglos.
La visita a la Illeta del Campello no es solo una lección de historia, es también una experiencia sensorial. Desde lo alto del yacimiento, la vista se abre sobre el puerto moderno, donde las embarcaciones actuales repiten, a su manera, las mismas rutas comerciales que hace milenios. La continuidad entre pasado y presente se hace evidente: el mar sigue siendo el protagonista, y el ser humano, su acompañante.
Este lugar invita a detenerse y observar cómo la arqueología no son solo piedras antiguas, sino memoria viva que dialoga con la vida cotidiana. Cada muro, cada pileta excavada en la roca, cada fragmento hallado habla de un Mediterráneo abierto, plural y profundamente conectado con otras culturas.
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Cuevas de Canelobre: un templo bajo tierra
A pocos kilómetros de la costa, en el interior montañoso de Busot, se abre una de las maravillas naturales más sorprendentes de la provincia de Alicante: las Cuevas de Canelobre. Su nombre hace referencia a una formación rocosa que recuerda a un gran candelabro, pero lo que más impacta al visitante es la inmensidad de su interior.
Al entrar, el espacio se abre como si fuera la nave central de una catedral gótica: bóvedas de más de 70 metros de altura, estalactitas y estalagmitas que parecen esculturas y un silencio sobrecogedor que solo se rompe con las gotas de agua cayendo lentamente. La comparación con un templo no es casual: aquí la naturaleza ha construido, durante millones de años, un santuario de piedra y agua.
Las cuevas también guardan historias humanas. Durante la Guerra Civil, parte de sus galerías se utilizaron como taller de reparación de aviones, y aún hoy se aprecian huellas de esa época. Más tarde, se convirtieron en espacio cultural: la acústica excepcional de su gran sala ha servido como escenario para conciertos de música clásica, donde el eco multiplica la emoción de cada nota.
Visitar Canelobre es sumergirse en un viaje diferente: un contraste con el sol y el mar de la costa, un descenso al corazón de la tierra donde la paciencia geológica nos recuerda lo pequeños que somos frente al tiempo natural. Aquí, las formaciones no solo impresionan por su belleza, sino porque hablan de procesos lentos, casi eternos, que invitan a la contemplación.
Al salir, la vista se abre de nuevo hacia el Mediterráneo. El contraste entre el templo subterráneo y la claridad del horizonte completa la experiencia: el visitante se lleva consigo la sensación de haber explorado dos caras de la misma Costa Blanca, la luminosa y la oculta, la que brilla al sol y la que se guarda en silencio bajo tierra.
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La Costa Blanca secreta es mucho más que un destino de playas y sol. Es un territorio donde la historia, la arqueología y los oficios marineros conviven con paisajes luminosos y templos subterráneos. Navegar hacia Tabarca es escuchar el eco de corsarios y comerciantes; caminar entre los restos de la Illeta del Campello es entender cómo el mar modeló economías y culturas; descender a las Cuevas de Canelobre es descubrir que bajo la tierra también se guardan tesoros de incalculable valor.
Pero la ruta no termina ahí: la Costa Blanca conserva verdaderas joyas patrimoniales que hablan de la relación entre el territorio y los oficios del pasado. El Faro de Santa Pola, guía de navegantes durante generaciones, sigue marcando la entrada a la bahía como lo hacía siglos atrás. El Castillo de Santa Bárbara en Alicante, encaramado en el monte Benacantil, recuerda el papel estratégico de la ciudad y sus vínculos con el comercio marítimo. Y a lo largo de la costa, fortalezas, torres vigía y barrios marineros completan un paisaje donde cada piedra cuenta una historia de resistencia, intercambio y trabajo ligado al mar.
Viajar con Viajes Que Sorprenden por la Costa Blanca significa dejarse guiar por una mirada distinta: la que busca comprender, no solo ver. Es aprender a escuchar la memoria del Mediterráneo en sus murallas, en sus piletas de salazón, en el murmullo de los pescadores y en el silencio mineral de la montaña.
Si quieres vivir este recorrido auténtico, comienza por el proceso de candidatura. Es nuestro modo de asegurar grupos reducidos, viajeros con sensibilidad cultural y experiencias que se disfrutan con respeto y profundidad.
Porque un viaje a la Costa Blanca, bien acompañado y bien mirado, no termina nunca: permanece en la memoria como sal en la piel, como luz en la retina y como historia que se hace viva en cada paso.
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Curiosidades
¿Se pueden ver delfines en la Costa Blanca ?
Sí. En aguas cercanas a Tabarca es frecuente avistar delfines mulares, especialmente en rutas de navegación. Es un espectáculo natural que sorprende tanto a locales como a visitantes.
¿Cuanto mide realmente la isla de Tabarca?
Tabarca es diminuta: apenas 1.800 metros de largo y 450 de ancho, con una superficie de unas 30 hectáreas. Aun así, es la única isla habitada de la Comunidad Valenciana.
¿Por qué es única la reserva marina de Tabarca?
Sus aguas permiten la entrada de luz hasta casi 40 metros de profundidad, lo que favorece las praderas de posidonia oceánica y una biodiversidad excepcional en el Mediterráneo.
¿Qué antigüedad tiene la Illeta de El Campello?
El enclave arqueológico conserva vestigios desde la Edad del Bronce, además de restos ibéricos, romanos e islámicos. Es un auténtico concentrado de civilizaciones en un solo lugar.
¿Qué altura tiene la Cueva de Canalobre?
Su bóveda principal alcanza más de 70 metros, lo que le da el aspecto de una catedral gótica. La acústica es tan buena que allí se celebran conciertos de música, convirtiéndolas en un escenario natural impresionante.
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